Opinión | Crónica Política

Los desafíos

Constituida la ejecutiva del PSdeGPSOE, naturalmente– y como es habitual, a la medida de su secretario xeral, quizá la primera reflexión deba hacerse acerca de la propia estructura. Por mas que se discuta, el socialismo gallego ha estado y está en este ultimo año dividido no solo por cuestiones de matiz ideológico, sino también por legítimas, o no tanto, ambiciones de algunos de sus referentes. Cierto que han procurado disimular al máximo sus desavenencias, pero aun así no han podido ocultarlas, aunque si eludido los escándalos. La primera tarea del responsable, el señor Besteiro, será pues unir lo que en este momento no esta sólidamente encajado. Una labor que le va a llevar tiempo y esfuerzo, aunque ninguno de los dos elementos le faltará.

No estorba, por su alcance, la reiteración de que el socialismo gallego es una pieza indiscutible para la estabilidad política del país. En esa línea don Xosé Ramón tendrá que devolver a la organización al menos a los puestos que siempre ha tenido en el ranking de las fuerzas políticas del país a la hora del recuento electoral. Y si la labor antes señalada será compleja, la que le aguarda, todavía mas: tendrá que hacer frente a los efectos de todo lo ocurrido estos días como consecuencia de las dudas del presidente del gobierno, y quiera o no, representar aquí algo diferente, muy diferente, en la comunión con gallegos y gallegas. Además, de tener en cuenta todos los resultados anteriores, que han sido claros y contundentes

En esa dirección, los desafíos se sucederán uno tras otro. Poner orden en el partido, sacarlo del marasmo de estos años, devolverlo a su condición de alternativa socialdemócrata implicará en algún momento, si no una critica, desde luego alguna que otra diferencia con los criterios de Ferraz, sede central del PSOE. Y para eso su señoría necesitará algo mas que coraje, que lo ha demostrado hasta ahora, y que algunos llaman “espíritu del país”. El presidente del PSdeG de Pontevedra, David Regades, definió con acierto el dilema: elegir entre las dos almas que ve en su organización, una gallega y otra estatal. En el fondo, esa es la cuestión que ha unido y en cierto modo a la vez separado a la izquierda moderada gallega hasta que llego el terremoto, mas que ideológico, populista, que encabezó el señor Sánchez.

Lo cierto es que, a estas alturas, cualquier partido gallego que se precie ha de reconocer que mas allá de lo electoral, de su interés particular, esta el interés general de Galicia. Un interés que reclama ante todo la unión –aunque sea mínima– de todo su entramado social para conseguir el objetivo de influir tanto como el que mas en los asuntos de Estado. Esta tierra tiene el potencial necesario para conseguirlo, y en ese llamamiento esta también la nueva Xunta, que en sus primeros pasos ha afrontado el desafío. Por si sola no llegará donde se necesita, y no por falta de peso y de razón, sino por la soledad en que muchas veces se ha visto obligada a reclamar lo que le corresponde. Ni mas ni menos.

Se ha dicho varias veces que este Antiguo Reino necesita mayor actividad en sus gentes a la hora de reclamar, recordar, incluso exigir todo lo que no se le da desde las administraciones, sean estas rojas o blancas. Y ese es otro de los desafíos a los que ha de enfrentarse: demostrar que en asuntos “de estado” este país está a la altura. De cualquier otro, sin chantajes, ventas de votos o pactos contra natura. Aquí la derecha y la izquierda todavía no han vuelto al estado de guerra en la oratoria, al contrario de lo que pasa en la política nacional, y es indeseable que se siga un camino de autentica locura. Hablar, como se ha hecho, de conjuras ultraderechistas para acabar con el gobierno es falso, como falsa fue la campaña, también brutal, que se hizo contra la persona de la presidenta de Madrid a través de su pareja. Si no se respeta lo privado hay que moverse, y si lo que no se respeta es lo público, incluyendo el tráfico de influencias, también.